Una mañana de encuentros. El primero es con la esperanza: si el equipo juega así de acá en adelante, podrá ilusionarse con su porvenir. Es un paso enorme hacia delante, hace dos semanas estábamos muertos. Y hay más: el equipo recuperó identidad y compromiso interno. Fue gratificante ver a tres, cuatro camisetas del K ir a cada pelota, poseídos por la necesidad de ganar. Hubo, también, rendimientos individuales altos: Agustín, a quien se lo critico varias veces con dureza jugó un partido con el corazón, callado y metiendo siempre. Bien por él; Martín aun sin ser el desequilibrante de siempre la volvió a meter y Gabriel corrió a media Vascogermana en el medio. El equipo no desbordo de buenos rendimientos pero si de espíritu y entrega. Lo de Nicolás, otro a quien se lo trató con dureza desde este lugar, merece un aplauso que excede si convirtió o no. Parece otro jugador, tiene más aire y lucidez para resolver cuando juega de mitad para adelante. Para confesar: muchos lo hubiesen rajado, hoy le renovarían contrato. Última reflexión: es insólito los puntos que perdemos en los 10’ finales. No era tan difícil jugar así de entrada, en el comienzo del torneo. Este es el camino, las victorias van a llegar. Nadie reniega lo lindo que es jugar bien, pero hacía falta ensuciarse el corazón de celeste y blanco.
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