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Créame que le doy vueltas al tema. En el café de la mañana. De madrugada,
cuando algún bocinazo de la calle me despierta. Durante el camino al trabajo.
Incluso haciendo zapping en la televisión. Pero no logro encontrar una certeza.
Una explicación. Una excusa que alivie mi ansiedad, que calme mi dolor: ¿por
qué Karrantza no puede ganar? ¿Acaso estamos predestinados a luchar contra una
nueva maldición? Si es así, que sigan intentando. En este equipo no nos
resignamos tan fácilmente, nos bancamos las mil y una...
Naufragué a lo largo de las cuatro fechas que ya pasaron
como quien busca un faro en la
playa. Vi compromiso. Palpé el esfuerzo, las ganas. El
trabajo. Percibí la preocupación de Leo y de los muchachos. Pero no encontré
una excusa que me convenza de que todo esto responde a cierta lógica. Es un
verdadero absurdo. Hoy el campeonato nos condena al fondo de la tabla de
posiciones. Y ya es hora de que
el K construya su propia redención, su resurrección. Esa que
nace del corazón. De donde solo los que vistieron esta camiseta saben de que
hablamos. El K que brillaba se perdió en algún lugar... Igualmente, entre
todos, con un poco de paciencia, yo creo que podremos, finalmente, encontrarlo.
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